¡Gooooooolllll!
¿A quién no le gusta sentir la adrenalina del deporte? Ya sea por la televisión, en vivo, o hasta ¡en la feria!. Cuando éramos chiquillos nos llevaban cada Agosto a subirnos a los juegos mecánicos , y desde luego; al partido de futbolitos, que casi siempre era entre nuestros primos los mayores, o nuestros tíos.
Y aunque no eran muy divertidos en ese entonces; con el tiempo se han vuelto un ícono más de nuestra (poco) lejana niñez. El origen del balonpie es algo incierto pero fue hacia 1920 que se le atribuyó mayormente a Alemania, pero debido a las bajas temperaturas no era posible jugar futbol; y se las ingeniaron para poder practicar bajo techo en los bares.
Primeramente se construyeron tallados en madera. Algo así como una especie de mesa de juegos a las cuales se les pusieron los muñequitos y los arcos, también de madera.
La gran desventaja se presentaba en cuanto a que no eran transportables. Había que pensar en una opción que se pudiera llevar a todos lados. Fue hasta tiempos de la postguerra cuando se fabricaron en serie las “mesas de futbol”, al grado que alrededor de 18 empresas ya los hacían (cada una con su idea de cuál era el más adecuado), resultando una gran variedad de tamaños, formas y maneras de jugar.
Con el paso del tiempo se fue haciendo un solo “modus operandi” hasta llegar a conocerlo como hoy en día.
Conforme fue ganando popularidad el futbol, se ha usado el “futbolito” por chicos y grandes. Ya sea en bares, casas privadas o en la feria… Hoy en día la producción de futbolitos de mesa ya es masiva, pues han ganado cada vez más adeptos entre las diversiones de chicos y grandes.
Eso sí, hay que buscar unos que sean de excelente calidad para el uso rudo, porque cuando uno se emociona jugando; no hay fanaticada que no brinque de gusto cuando ya se ha anotado el primer gol.
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